viernes, 7 de noviembre de 2008

chorro de quevedo


Es tal vez la plazoleta más enigmática y mística en las que he estado, fuera de los límites que muchos trazan de la ciudad, como la 82 ó 93. Es como si desde antes de mi llegada estuviera atrayéndome como un imán a un alfiler. Desde lejos se puede sentir el ambiente bohemio y de fiesta, uno que tal vez sea imposible de encontrar, con igual intensidad, en cualquier otro punto de la ciudad.
En la calle 13 con carrera segunda se encuentra la plazoleta del Chorro de Quevedo, en pleno corazón de Bogotá, La Candelaria, o como dirían algunos, el Corazón de Colombia. Me dirijo a ella desde el lado norte, por un tramo angosto y empedrado. “¡Me trajiste al callejón del pecado!”, le dice con acento refinado y angustiado, una señora de edad a quien parece ser su nieta adolescente. Su nombre real es Callejón del Embudo, y su descripción puede ir más allá de una mera mirada superflua. La afluencia de jóvenes es realmente alta, en este callejón se ve sobre todo mucha presencia de metachos, pues buena parte de los bares que aquí se encuentran son para los seguidores de este tipo de música, el metal. Tiendas de barrio, artesanías y hasta un restaurante japonés, dan la bienvenida a quienes por allí transitan.